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Los Efectos Neurológicos de Aprender un Idioma

Aprender un nuevo idioma es mucho más que adquirir una habilidad práctica. A nivel neurológico, el bilingüismo o el aprendizaje de una lengua extranjera tiene efectos profundos en el cerebro, impactando áreas como la memoria, la atención, y la flexibilidad cognitiva. Estos beneficios han sido ampliamente estudiados por neurocientíficos y lingüistas, quienes han demostrado que aprender un idioma puede cambiar literalmente la estructura y el funcionamiento del cerebro.

Ejercicio cerebral: la gimnasia mental del bilingüismo

Uno de los efectos más estudiados del aprendizaje de un idioma es cómo fortalece las conexiones neuronales y mejora la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones. La lingüista Ellen Bialystok, una de las principales expertas en bilingüismo, afirma que “aprender un idioma obliga al cerebro a alternar entre distintos sistemas de representación, lo que promueve la flexibilidad cognitiva”. Esta capacidad de cambiar entre lenguajes y sistemas mentales mejora la resolución de problemas y la toma de decisiones en general.

De hecho, estudios realizados por Bialystok sugieren que las personas bilingües muestran una mayor habilidad para concentrarse en tareas relevantes y filtrar información irrelevante, debido al control mental necesario para cambiar entre lenguas. Este “entrenamiento” constante hace que el cerebro esté más ágil y atento.

Aumenta de la memoria y retraso del envejecimiento cerebral

El lingüista y neurocientífico Noam Chomsky, conocido por su teoría de la gramática generativa, ha señalado en varias ocasiones cómo el aprendizaje de un idioma activa áreas profundas del cerebro relacionadas con la memoria. Según investigaciones recientes, el aprendizaje de una segunda lengua puede ayudar a desarrollar la memoria operativa, que es crucial para retener y manipular información en el corto plazo.

Además, diversos estudios han demostrado que el aprendizaje de un idioma puede retrasar la aparición de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y otras formas de demencia. Un estudio dirigido por la neuropsicóloga Suvarna Alladi en la Universidad de Hyderabad encontró que las personas bilingües desarrollan los síntomas de demencia entre cuatro y cinco años más tarde que los monolingües. Esta evidencia sugiere que el bilingüismo actúa como un “escudo” contra el envejecimiento cerebral.

Mejora de la atención y la multitarea

El bilingüismo también tiene efectos positivos en la atención selectiva, la capacidad de concentrarse en una tarea específica mientras se ignoran las distracciones. Según un estudio realizado por el psicólogo Albert Costa, “los bilingües deben aprender a inhibir una lengua mientras usan otra, lo que les da una ventaja cognitiva en tareas que requieren control mental”. Este tipo de control es fundamental en actividades de la vida diaria que requieren alternancia rápida entre tareas o respuestas.

Además, ser bilingüe mejora la habilidad para hacer múltiples tareas a la vez. Al usar dos lenguas de forma constante, el cerebro se acostumbra a cambiar de un contexto a otro con facilidad, lo que favorece la capacidad de multitarea y la adaptación a situaciones nuevas.

Cambia la estructura cerebral

Desde un punto de vista puramente físico, aprender un idioma literalmente cambia el cerebro. Un estudio liderado por Andrea Mechelli, en el Instituto de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Londres, descubrió que los bilingües tienen más materia gris en el área del córtex parietal inferior, una región del cerebro relacionada con el procesamiento del lenguaje. Esta mayor densidad de materia gris se asocia con una mejor habilidad para realizar tareas cognitivas complejas.

Según el mismo estudio, cuanto más joven se aprende el segundo idioma, mayores son los beneficios estructurales en el cerebro. Sin embargo, esto no significa que los adultos no puedan obtener beneficios. Incluso en personas que aprenden un idioma en la edad adulta, se observa una mejora significativa en la estructura cerebral y en funciones cognitivas clave.

La relación entre el lenguaje y el pensamiento

Grandes pensadores de la lingüística, como el célebre Benjamin Lee Whorf, han defendido la idea de que los idiomas que hablamos influyen en nuestra manera de pensar. Esta teoría, conocida como el relativismo lingüístico, sostiene que aprender una nueva lengua no solo amplía las capacidades cognitivas, sino también nuestra visión del mundo. Al adquirir una nueva forma de expresión, el cerebro adopta nuevas estructuras de pensamiento, lo que expande nuestra capacidad de análisis, reflexión y resolución de problemas.

Aprender un idioma no solo nos conecta con nuevas culturas y oportunidades, sino que también fortalece el cerebro de maneras sorprendentes. Desde mejorar la memoria y la atención hasta retrasar el envejecimiento cognitivo, los beneficios neurológicos de aprender una nueva lengua son vastos. Como dijo Ludwig Wittgenstein, “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Al aprender un nuevo idioma, no solo ampliamos esos límites, sino que también mantenemos nuestro cerebro más sano, activo y adaptable.

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